Homilía 21 Domingo OT A
Padre Paul Williams, San José, Dalton GA USA
Este fin de semana, el Papa Benedicto se encuentra en Madrid España para la Jornada Mundial de la Juventud. Este maravilloso evento es una oportunidad para los jóvenes de todo el mundo para reunirse y celebrar su fe y escuchar al Papa. Una multitud de jóvenes están orando, confesando, asistiendo en la santa misa, y pasar el rato con otros católicos de tantas naciones - un gran signo de la unidad de la Iglesia Católica.
El Evangelio de hoy nos habla de San Pedro, el primer Papa, precisamente en el momento en que Jesús le anunció la función que tendría dentro de la Iglesia. Además nos informa de cómo Cristo gobernaría esa Iglesia fundada por El, a través de San Pedro y de todos los Papas que le sucedieran.
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, fueron las palabras de Jesús al que antes se llamaba Simón y que ahora llama “piedra” -o más bien “roca”. El Apóstol San Pedro es, entonces, la “roca” sobre la cual Cristo funda su Iglesia.
El Papa Benedicto es el sucesor de Pedro, el primer Papa, y las promesas que hizo a Pedro se siguen cumpliendo en la Iglesia Católica. El Padre se revela a nosotros en la persona de Cristo, y la verdad que Jesús vino a proclamar, las llaves del Reino de los Cielos, se transmite y confiada a la Iglesia y está protegido del infierno por el poder del Espíritu Santo.
Así que cuando el Papa habla a los jóvenes este fin de semana, está hablando sobre la verdad que nos ha transmitido la iglesia durante siglos a nuestro mundo moderno que todavía tiene que escuchar esas verdades. En su Mensaje a los jóvenes , dice, “La cultura actual, en algunas partes del mundo, tiende a excluir a Dios, o a considerar la fe como un hecho privado, sin ninguna relevancia en la vida social. Aunque el conjunto de los valores, que son el fundamento de la sociedad, provenga del Evangelio –como el sentido de la dignidad de la persona, de la solidaridad, del trabajo y de la familia–, se constata una especie de “eclipse de Dios”, una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza.”
Como Jesús dijo a Pedro: "sobre esta piedra edificaré mi Iglesia", el Papa nos dice, “Es vital tener raíces y bases sólidas. Esto es verdad, especialmente hoy, cuando muchos no tienen puntos de referencia estables para construir su vida, sintiéndose así profundamente inseguros. El relativismo que se ha difundido, y para el que todo da lo mismo y no existe ninguna verdad, ni un punto de referencia absoluto, no genera verdadera libertad, sino inestabilidad, desconcierto y un conformismo con las modas del momento. Los jóvenes tienen el derecho de recibir de las generaciones que les preceden puntos firmes para hacer sus opciones y construir sus vidas.”
La Iglesia nos protege de esta mentalidad del relativismo y las modas del momento a través de su enseñanza. La enseñanza de la Iglesia es una guía segura y cierta en medio de la tempestad del mundo. Nos da ese punto de referencia sólido, Cristo, y nos muestra el camino a la verdadera libertad y la verdadera seguridad y la verdadera felicidad.
Jesús le pregunta a Pedro, “Quien dice que soy yo?” Esa es la cuestión central de nuestra fe, y la respuesta de Pedro ha sido nuestro guía por dos milenios. Dice el Papa “la fe cristiana no es sólo creer en la verdad, sino sobre todo una relación personal con Jesucristo. El encuentro con el Hijo de Dios proporciona un dinamismo nuevo a toda la existencia. Cuando comenzamos a tener una relación personal con Él, Cristo nos revela nuestra identidad y, con su amistad, la vida crece y se realiza en plenitud.”
El Papa Benedicto nos anima, “construye su casa sobre roca. Intente también ustedes acoger cada día la Palabra de Cristo. Escúchele como al verdadero Amigo con quien compartir el camino de su vida. Con Él a su lado será capaces de afrontar con valentía y esperanza las dificultades, los problemas, también las desilusiones y los fracasos.”
Jesús promete a Pedro que “los poderes del infierno no prevalecerán sobre la iglesia.” Y el Papa Benedicto nos señala donde viene los ataques del maligno hoy en día, dice, “En efecto, hay una fuerte corriente de pensamiento laicista que quiere apartar a Dios de la vida de las personas y la sociedad, planteando e intentando crear un “paraíso” sin Él. Pero la experiencia enseña que el mundo sin Dios se convierte en un “infierno”, donde prevalece el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, alegría y esperanza. En cambio, cuando las personas y los pueblos acogen la presencia de Dios, le adoran en verdad y escuchan su voz, se construye concretamente la civilización del amor, donde cada uno es respetado en su dignidad y crece la comunión, con los frutos que esto conlleva.”
Este ideal de "la civilización del amor" se basa en la vida de las personas que saben quién es Cristo y responder por amarlo. En la Iglesia Católica, este conocimiento y el amor es muy concreto y práctico. Lo vemos sobre todo en los sacramentos que Cristo dio a la Iglesia. El Papa dice, “Queridos jóvenes, aprende a “ver”, a “encontrar” a Jesús en la Eucaristía, donde está presente y cercano hasta entregarse como alimento para nuestro camino; en el Sacramento de la Penitencia, donde el Señor manifiesta su misericordia ofreciéndonos siempre su perdón. Reconoce y sirva a Jesús también en los pobres y enfermos, en los hermanos que están en dificultad y necesitan ayuda.”
Y esta es la belleza de la Jornada Mundial de la Juventud. Los jóvenes de todo el mundo, representando todas las naciones y los pueblos están unidos en la fe profesada por Pedro, que se nos da a través de los testimonios de los Apóstoles, transmitido a nosotros por incontables generaciones de los Santos, se celebra con nuestro amado Papa Benedicto. Debemos orar por los jóvenes, que cuando regresan a sus países, encendido con el Espíritu de Cristo, que pueden compartir todos los pueblos de todo el mundo. Como concluye el Papa, “Cristo no es un bien sólo para nosotros mismos, sino que es el bien más precioso que tenemos que compartir con los demás. En la era de la globalización, sean testigos de la esperanza cristiana en el mundo entero: son muchos los que desean recibir esta esperanza.”